EDITORIAL

Este 7 de mayo, celebramos un nuevo día de la minería, en un contexto muy particular. Se debe a la sanción de la primera ley de Fomento Minero en 1813, a pedido de la Asamblea Constituyente, marcando un hito para una actividad que se convertirá en estratégica en determinados espacios y momentos del Estado Nación.

De ser un trabajo totalmente masculinizado por la rudeza del trabajo físico que implicaba, el trabajo en minería alcanzó una modernización tal que la mayoría de sus procesos se encuentran automatizados, con la consecuente necesidad de profesionalización de los puestos de trabajo, en los que las mujeres son totalmente capaces de cubrirlos. El paradigma se encuentra muchas veces en las barreras culturales y sociales que se imponen para ocupar estos puestos. Es por ello que desde todos los sectores que integramos la minería debemos aunar esfuerzos para revertir esta situación e incluir cada vez más mujeres en la actividad. Una inserción genuina y de calidad.

El movimiento sindical no debe desentenderse del activismo feminista. Las luchas de las mujeres en contra de la opresión patriarcal se encuentran íntimamente vinculada con la lucha de la clase trabajadora. Las mujeres entendemos que no es posible reivindicar los derechos de la mayoría asalariada ni convocarla a organizarse para enfrentar la opresión capitalista sin denunciar al mismo tiempo la doble explotación de las mujeres y el modo en que el patriarcado se impone sobre nosotras.

La representatividad gremial debe estar constituida sobre bases con perspectiva de género comprometiéndose con la lucha por la igualdad, justicia social y dignidad de las personas. Todas sus políticas deben estar vinculadas y comprometidas a la lucha de la mujer trabajadora, comprendiendo las desigualdades y violencias que sufrimos.

Entendemos que el sindicalismo está detrás de esta lucha, pero estamos sumamente comprometidos con ponernos a la altura de las circunstancias y cooperar a romper con estas desigualdades. Esto se logra con trabajo en conjunto, con la mayor cantidad de actores involucrados. Este movimiento feminista conmueve estructuras organizativas y lógicas de poder, reescribe agendas, asalta lenguajes y códigos, reconfigura subjetividades y estrategias. En nuestro sindicato en particular, el movimiento se inicia desde dentro del sindicato, gestando una identidad plural.

Consideramos sumamente importantes las políticas tendientes a avanzar en la igualdad tanto en los lugares de trabajo como en las estructuras sindicales. La participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones es una consecuencia lógica y una expresión de la ciudadanía, ya que esta implica la consideración de las experiencias y necesidades del conjunto de la población a la hora de definir los distintos ámbitos de la vida en sociedad.

Es hora de hablar de los problemas que aún hoy persisten en las distintas actividades productivas en la Argentina, de la poca inserción de la mujer en la mayoría de las industrias, en las que la minería no se escapa a esta realidad. El techo y las paredes de cristal están sumamente arraigadas y muchas veces aceptadas implícita o explícitamente en nuestra actividad y es hora de cambiar este paradigma. Son muy pocas las mujeres que acceden a puestos gerenciales, el acceso de mujeres en puestos jerárquicos, considerando que del total de trabajadores/as en minería, solo el 6,5% son mujeres según el último censo minero.  Las mujeres en la actividad se dedican en un 62,2% de los casos a tareas administrativas, un 24,6% son operarias, y un 4,4% es personal gerencial (mandos medios). Gran parte de las tareas englobadas en la categoría “tareas administrativas” donde se ocupan más de la mitad de las mujeres, también están vinculadas a tareas gastronómicas, o de limpieza, poniendo en marcha una dinámica de inclusión-excluyente, que las segrega a ámbitos que se visualizan como extensión de las tareas domésticas, en general peor remuneradas, más inestables y de menor reconocimiento. Por otra parte denunciamos la brecha salarial existente, derivada también del poco acceso de las mujeres a mencionados puestos. En minería los niveles de educación alcanzados por mujeres son superiores a los de los varones, alcanzando la totalidad de las mismas el secundario completo y casi la mitad de ellas poseen título universitario. Sin embargo esto no se traslada a los niveles salariales.

Sobre las desigualdades estructurales, la pandemia de COVID-19 en curso, impuso una serie de desafíos para la continuidad de la actividad que implicaron importantes cambios en la cotidianeidad de los y las trabajadoras mineras. La convivencia con nuevos riesgos, el alargamiento de rosters, y la incorporación del trabajo remoto supuso cambios en el proceso de trabajos. La necesidad de costear los gastos de conectividad con un importante ancho de banda, y de compatibilizar tareas del hogar y de cuidado con las exigencias laborales, en el mismo espacio y en simultáneo, o bien faltar más días consecutivos en el hogar, ponen de manifiesto el impacto diferencial de estas nuevas condiciones, perjudicando en mayor medida a quienes tienen menores o adultos mayores a cargo, en general las trabajadoras mujeres. Visibilizar las desigualdades estructurales y las derivadas de esta situación particular se presenta como un desafío central. en este día, para lograr la inserción de las trabajadoras en la actividad, de un modo genuino e igualitario.

Escrita por: Carla CostabileSecretaria Técnica y Profesional de ASIJEMIN