Miércoles, 8 de marzo de 2023
Editorial:
Hoy como cada 8 de marzo conmemoramos a las mujeres trabajadoras, a las remuneradas y a las que aún no se les reconoce el valor de sus tareas, las que trabajan en blanco y las que están en informalidad, a las que tienen todos sus derechos reconocidos y a las que todavía peleamos por que se reconozcan y amplíen esos derechos.
Cada vez hay más conciencia del significado de la fecha y se desplaza la visión de la feminidad rosa, frágil, vulnerable, que debe ser protegida y resguardada. Los festejos con rosas y bombones a “los seres más bellos del universo”, “el tesoro más preciado porque tienen el don de ser madres”, y todas esas frases que ocultan nuestras capacidades de trabajo, que nos infantilizan y ubican como objetos a ser resguardados, cada vez van ocupando menos lugar, por suerte.
Hay un cambio de paradigma que, sin embargo, también tiene sus riesgos. El discurso infantilizante es reemplazado por otro que nos invita a “empoderarnos” individualmente, a hacer nuestro camino de independencia solas, sin dejar de intentar encuadrar en estereotipos de belleza y de ser buenas madres. Nos exige que tengamos un trabajo remunerado, pero que no dejemos de cuidar a nuestros hijos e hijas por tiempo completo, que seamos exitosas en lo laboral, pero que no nos olvidemos de “cuidarnos” para ser bellas, y que además nos exige ser sonrientes, y no levantar demasiado la voz, porque si no somos unas histéricas.
Una serie de obligaciones y expectativas imposibles de cumplir del todo, que generan culpa y frustración constantemente. Nos encontramos así en una encrucijada que nos saca hasta la última gota, que nos impone obligaciones de cuidado, de autocuidado y de trabajo que nos exprime la energía y el tiempo por completo, en detrimento de nuestra salud física y mental. Todas estas exigencias no escapan a la lógica individualista y neoliberal, que nos impone una carrera en soledad donde los espacios para compartir experiencias, problemáticas y vivencias son cada vez menos, y que nos encierra a creer que no existen ámbitos colectivos para pensar cambios, porque los cambios son “empoderarse” individualmente.
Este 8 de marzo, queremos reivindicar nuestra identidad de trabajadoras con todo lo que eso implica, con la acción colectiva como medio de lucha por nuestros derechos, con el compañerismo y la pertenencia a un colectivo de trabajadoras, con los conflictos del día a día que generan muchas veces preocupaciones que nos quitan la sonrisa.
El sindicato como una herramienta para esa acción colectiva es fundamental y el desafío es canalizar nuestras demandas por esa vía. Si bien históricamente siempre estuvimos presentes, hoy buscamos un rol protagónico y no solo como colaboradoras, ser afiliadas, delegadas, representantes sindicales, ocupar espacios en las organizaciones permite romper soledades y buscar salidas acompañándonos. Es un camino que vamos haciendo de a poco y a paso firme, si miramos para atrás es mucho lo conseguido, y si miramos para adelante mucho más nos queda por hacer, quedan derechos por reconocerse y la efectivización de otros ya reconocidos.
Invitamos a las trabajadoras a acercarse a los y las delegadas, y a participar en la construcción de este espacio sindical, diverso pero abierto a la participación, a la escucha y a la construcción colectiva. Y tal como dice la canción: ¡Cuando una mujer avanza ningún hombre retrocede y crece la organización!
Equipo de género ASIJEMIN
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