Sábado, 25 de noviembre de 2023

Editorial:

Un día como hoy, pero de 1960, asesinaban en República Dominicana a las hermanas Mirabal, activistas políticas contra la dictadura de Rafael Trujillo. En homenaje a ellas es que en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1999 se designó este día para sensibilizar, denunciar y reclamar políticas públicas que tengan como objetivo erradicar la violencia hacia las mujeres. El estudio y análisis profundo de las desigualdades de género y la violencia que generan, posibilitó que tanto en el marco de la OIT como de la legislación nacional se pongan en marcha instrumentos que visibilicen y ayuden a la prevención y progresiva erradicación de esta problemática en distintos ámbitos.

Si bien la forma de violencia más visible y extrema es la física, la ley argentina reconoce otros tipos de violencia, como la psicológica, sexual, simbólica, y económica o patrimonial. 

En el ámbito laboral podemos encontrar todas y cada una de estos tipos de violencia, algunas más evidentes y visibilizadas que otras como la violencia física y sexual y otras más naturalizadas como la psicológica, la simbólica y la económico patrimonial. Sin embargo, la naturalización no hace que dejen de existir sino por el contrario, perpetúan y profundizan desigualdades estructurales, que a su vez son causa de mayor vulnerabilidad y mayor violencia en un ciclo que se retroalimenta. 

La participación de mujeres trabajadoras en minería es de un 12%, lo que da la pauta de que, si bien el número ha crecido, sigue siendo una actividad con presencia mayoritaria de varones generando un terreno fértil para los abusos y para su silenciamiento y naturalización. Las políticas empresariales que se pusieron en marcha con el objetivo de la incorporación de mujeres, hacen hincapié en las mejores condiciones salariales que ofrece la actividad y las potencialidades productivas de las trabajadoras, invisibilizando las condiciones de trabajo en las que éstas se insertan. Dos son las principales líneas de los desafíos a enfrentar, por un lado, la desigualdad en el acceso a puestos de trabajo, marcado por estereotipos de género, y por otro la violencia presente en el ámbito laboral minero. 

Mujeres y varones no ocupan los distintos puestos en iguales proporciones, las tareas de oficina son realizadas mayoritariamente por mujeres y las tareas operativas por varones.  Esto define que la brecha salarial en la actividad es de un 10%, menor que la general, porque en gran medida los puestos en los que se desempeñan las trabajadoras las diferencias salariales se atenúan. Sin embargo, sigue siendo un desafío la mayor inclusión en el área operativa y mayor equidad en las condiciones de trabajo en esa área. 

Por su parte seguimos trabajando para que las empresas entiendan la importancia de sensibilizar y capacitar a su personal, y crear mecanismos claros de intervención en los casos de violencia denunciados, en los que la confidencialidad, la protección la víctima, el establecimiento de procedimientos de actuación claros a través de protocolos, y la representación sindical sean elementos centrales. 

 Uno de los principales desafíos que venimos transitando es visibilizar el conjunto de estas desigualdades y violencias presentes en nuestra actividad, para generar respuestas conjuntas, entendiendo que, por la complejidad del problema a abordar, no pueden ser con resultados a corto plazo ni de una vez y para siempre, sino que son un camino de aprendizaje para todos y todas.

Equipo de Género ASIJEMIN

Carla Costabile

Eliana Funes